3.23.2009

De los muertos, las palabras y el vacío

Nos extendemos la mano mutuamente, tal parece que ambos hemos decidido saludarnos en el mismo y preciso momento. Entonces nadie dice nada, solo una sonrisa de esas que se da cuando se dice hola a un desconocido.  No quiero saber como te llamas, de alguna forma extraña sé que te conozco, ese gesto al hablar, al emitir esas carcajadas, hay algo en ti que me hace sentirte familiar. Entonces pienso hablarte del clima.  ¿Qué bonito día el que hace hoy no? (En realidad el día está horrible.)  Nada hay más estúpido que empezar una conversación hablando del clima, y sí, es verdad, las cosas muy comunes a veces rayan en lo estúpido. Pero no deja de ser un tema, así que porqué no comenzar por ahí. No, sería como preguntarte la hora.  No me perdonaría que nuestra conversación naciera amarrada al tiempo, al viejo truco de que hora es mientras se tiene en las manos un reloj en perfecto funcionamiento. ¿Qué hacer entonces?  Tengo la extraña sospecha que también estas pensando en cómo abordarme, hay algo en los ojos que te delata esa extraña inquietud por iniciar, por que una vez ese primer paso esta dado, lo demás es fácil, o al menos así se supone y eso dicen. Entonces hago un gesto como tratando de pedir una explicación, el antiquísimo gesto de mover el brazo en forma circular pausadamente, despegando un poco el antebrazo del torso y... al parecer captas que quiero saber algo, que también quiero comenzar. Entonces te pregunto por tu nombre: Ángel me contestas, que raro, ese nombre era el que esperaba escuchar, siempre pensé que su nombre era Ángel, pero nunca lo supe, tal vez me miente (o me miente mi mente y mi mama me mima) y sólo trata de hacerme feliz y hacerme sentir que puedo adivinar, que hay una magia entre ambos, entre él y yo, entre nosotros que acabamos de juntarnos aquí y que acabamos de llorar juntos y que identifique sus lágrimas como conocidas, que lagrimeamos más por el ojo izquierdo y que limpiamos nuestras lágrimas justo antes de que lleguen a la boca.  Somos tan parecidos, que parecemos hijos de la misma soledad.  Amigo, es imposible que ese sea tu nombre por que ese es también mi nombre.  Es mucha casualidad que seamos tan parecidos y que alberguemos tantas preguntas el uno del otro. Me niego a pensar que tu nombre es también Ángel.  El Ángel que conozco que eras tú, porque no hay forma de que no lo fueras, acaba de morir y ni tan siquiera te vi en su funeral. Es verdad, yo no fui, porque en ese preciso momento, yo también estaba muerto. Discúlpeme cuanto lo siento. Lo acompaño en los sentimientos. Debió ser un gran hombre al que acaba usted de despedir. Sin duda que lo era. No porque todos lo sean después de muertos, sino por que en realidad lo era. Hablemos de cosas más alegres compañero, dejemos de llorar por los que ya no están, nosotros aun estamos aquí, o al menos eso parece, porque fíjese recién sentía que no estaba, que yo también andaba muerto, pero como no conozco otros vivos que me lo confirmen y no creo en las palabras de los muertos pues la verdad no sé, pero qué importa. Así que hablemos de usted y de mí que al menos tenemos certeza de estar vivos o de estar ambos muertos por que de lo contrario uno de los dos estaría loco. A quien espera usted aquí. Pues espero a mi muerto y usted. También al mío.  No será que es el mismo. Imposible su muerto también se llama Ángel al igual que el  mío  pero aunque vengan por el mismo camino y en la misma caja su muerto es el suyo y el mío es el mío y cada cual carga con él a donde quiera así que recoja el suyo porque no pienso cargar con muertos de nadie. Yo tengo mis muertos y es por eso que lo tengo a usted aquí, por que usted es uno de mis muertos. Yo no puedo ser uno de sus muertos, por que yo aun estoy vivo. Pero no necesitamos morir para convertirnos en muertos y si yo escribo que usted esta muerto, entonces es por que usted esta muerto. Pero la vida es más que escribir y tal vez más que el acto mismo de la muerte. Aunque la vida escrita es una muerte pero es una muerte que da vida eterna, se muere escribiendo la vida, pero muriendo de esa forma se vive para siempre, o al menos se vive para tener ideas tan cursis como éstas. Señor mire quien viene, creo que es mi muerto, o será su muerto o es el muerto de los dos o el de ninguno, pero parece que viene un muerto  y tal vez no tenga dueño. Entonces dejemos que sea él el que nos lea.

1 comentario:

Puntito... dijo...

buscando palabras con ñ...llegue aquí...¿porqué no habia pisado yo mis teclas aqui?...