3.18.2010

el salto y la caída












Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

                                    - César Vallejo


armar la lucha en el espacio del secreto
buscar un cuadrilátero por cama y sin fronteras
que guarde el olor de nuestras sábanas
que dome el salto y la caída
desde tanta cuerda floja que se tiende
hasta tanto puente lastimando hacia el vacío.


todo se ha dolido hasta tu puño
desde antes sin nombrar tus antebrazos
todo
la maroma entre tus piernas lastimada
el sudor abriéndome los poros a tu encuentro
las trampas apenas disfrazadas...


todo se me fuga a las campanas


si después de reconocernos las máscaras como si fueran rostros 
parece que sólo queda el recuerdo de la fuerza con la que nos embestimos

3.13.2010

naúfrago















que te me vuelvas cadáver naufragando en el silencio
que se me vuelva el silencio un cadáver que naufraga
que naufrague un silencio en el cadáver que se vuelve
que te me vuelvas silencio naufragando entre cadáveres.


presiento que todo lo que callo muere
y que morir no es otra suerte que naufragar en el silencio


lástima que tú me vuelvas todo vida en un instante
y digo lástima no por la vida
sino por el instante.

3.11.2010

aruño

mis uñas doliendo la distancia que tus párpados me prestan sostienen el dolor de mis recuerdos. mis uñas sembrando cicatrices en tus venas diluvian la sed de una nostalgia pretendida tendiendo umbilical desde tu pecho. mis uñas cercando la ranura de este amar, amar sin fe -que no es amar- desmiente la pus de tanto idilio doliéndo la hinchazón de clara muerte.  mis uñas sobran sobre cualquier cosa que no sean tus dientes.

el tiempo de los escarabajos



















a veces urge tatuarse el tiempo entre las alas
abrirse a los segundos la carencia
dolerse desde la cronometría de la mirada 
y deshilar el aire desde el vuelo hacia el espejo


urge armar la memoria de relojes y descubrir
que volar es evitar hacer mastabas en la arena
es violentar los élitros al viento y desafiar
el miedo que nos lleva hasta la pluma de Maat


es urgar la madrugada en la crisálida nocturna
destronar la métrica del vuelo  y retornar
la oscuridad que pertenece a los espejos
y la tinta a los tatuajes que dibujan tiempo.

3.10.2010

epidermis



















imagíname la piel sin los erizos
truncada la epidermidis sin tus dientes
abierto al abismo del suicidio en tu caricia

imagíname vuelto orgasmo sin fronteras
diluviando la sed de tantas bocas
obnubilando la membrana de un vacío herido

hasta sangrar en un relámpago la carne
vena que corta desde el cielo y nutre
de suturas las mandíbulas centrifugadas
de oropeles las sandalias del abismo 

un esófago que muerde sus efínteres te busca
para no encontrarse hueco distendido hacia la nada

dime la calma de la mañana entre los mangles
tuerce la abundancia de la lluvia entre raíces
agriétame la sedimentación de tanta espera
y brota rosas en mi piel con tus erizos.


3.07.2010

entraña


parece que algo siempre falta entraña adentro

3.06.2010

La ira profunda


foto por Giles Hodgskins







... porque el gran día de su ira es venido,
¿y quién podrá estar delante de él? 
- Apocalipsis 6: 17



      Había cortado sus uñas de manera que funcionaran como navajas, un corte diagonal y afilado hacia el extremo opuesto del pulgar sería la herramienta perfecta. Con ocho de sus dedos demarcó el pedazo de piel que sabía necesario, presionó sobre la carne hasta anclar las esquinas más filosas y sentir la resistencia del hueso. Entonces movió sus uñas hacia el centro, abriendo ocho túneles en la epidermis, ocho fuentes de sangre y suero que se vomitaban sobre esos dedos que violaban la entereza de aquel rostro recién acariciado por la luz.  Quería desgarrarlo todo de un tirón, lo decían sus manos temblorosas, lo decía su diente mordiendo feroz las hendiduras de su labio inferior por una esquina, lo decía también el desespero de sus ojos, la impaciencia en su inhalar profundo a través de una naríz agigantada y deforme, todo lo decía, incluso su incapacidad de sentir las lenguas de los tres perros succionando la herida recién abierta en su entrepierna y sus colmillos halando a tiros la placenta que pendía de su cuerpo como una prótesis sin uso, devorando el cordón umbilical que aún la unía a su cría.  Lamía la sangre en sus uñas de cuando en cuando, quería un trabajo limpio, tanta viscosidad requirió hacer varias pausas en su cortar para deglutir todo lo que se espera que salga de heridas tan grandes y descontroladas. En su hocico se adhirió el olor a sangre seca, en sus ojos aparecía un atisbo de locura y en su boca se desvestía una sonrisa temblorosa, un híbrido de conquista e incredulidad. Se detuvo.  La piel mostraba resistencia al desespero, se sabía preciada y como toda fuente de deseo exigía conquista, entonces ella comprendió que no era prudente, que había esperado nueve meses por esa piel y no era el momento de arruinarla. Comenzó entonces a halar lentamente, con el cuidado que requieren los trabajos finos, desancló sus garras y valiéndose de todas ellas de manera individual, comenzó a usar sus dedos como instrumentos de artesano, valiéndose siempre de sus dedos índices como las gubias más diestras para desprender piel.  

      Levantó el pedazo de carne, que era perfecto, dejó que las últimas gotas de esa piel, latente como sanguijuela asustada, bajaran pesadas y lentas hasta su antebrazo. Lo había logrado. La ópera daba su agudo más dramático y sostenido como sucedería en una película romántica, los perros coreaban desde sus voces humanas que imitaban ser caninas y que eran mediadas por el eco que producían sus máscaras de cuero con orejas y hocico.  El furor de la escena ensordecía, estruendos distentidos por toda aquella sala inmaculadamente blanca.  En cámara lenta la boca sin piel del niño se abría mostrando la encías para llorar agudamente, pero profundo. Los perros humanos saltaban tratando de alcanzar la fuente de la sangre descosiéndole a su ama la piel, que no era cubierta por el cuero, con sus pezuñas amarillo opaco del que se cuela entre los dientes. Las cadenas lentamente se movían, todo estaba pausando, menos la ópera que ella no escuchaba, como no escuchaba nada, pues era sorda y el silencio todo lo vuelve denso, todo lo aletarga, todo lo vuelve espejo del silencio.   

      Una vez calmada la ópera, moduladas las respiraciones y el flujo de la sangre, una vez devorado el niño y reducido a huesos rotos regados por el suelo, incapaces de sostener algo de carne o de tendón, una vez tranquilos los perros, pegados a sus muslos chupando como chupan los cerdos las tetas de sus madres, moviendo sus colitas de hule con contentura tal que relajaba de sus efínteres la fuerza que sostenía sus butt plugs y que hizo que uno de ellos lo soltara como se pone un huevo que se romperá por no tener cuidado, una vez todo esto sucedido, lograda la calma de la mañana del domingo, antes de que suenen las campanas, ella tomó una navaja de afeitar de las antiguas y comenzó a quitar piel vieja de su hocico, piel vuelta cáscara o lasca de cuero, maloliente y averdosada, hasta dar con la piel aún viva. Aguja en mano comenzó a forrar su hocico, a zurcir esa carne nueva como un injerto sobre su nariz putrefacta y desfigurada, hocico como de un cerdo.  Dónde antes hubo espacio para que se asomaran unos ojos ahora sirve de hueco para una fosa nasal. Agradeció la sordera para no tener que escuchar sus propios gritos. Terminó. Se miró al espejo con coquetería, tocó su piel nueva y sintió vanidad, tanta que se reprendió con la mirada, la vanidad puede ser un sentimiento muy, muy feo.  Tras de ella los tres hombres vestidos de perro con piezas de cuero negro, dos con rabo y uno mostrando su rosa de carne en plena primavera, el hueco del huevo de hule recién caído. Todos amarrados a ella desde cadenas atadas a sus pezones adoloridos.  Se hincó a rezar frente al espejo, los perros juntaron sus patitas delanteras, sus lenguas afuera y sus ojos cerrados.  Pidió a Cristo que no la dejara caer en la tentación de la vanidad, pero era tarde, ya Cristo había venido y el ser humano se había adelantado en manifestar su ira.   


Uno de los perros eructó.  
-Perdón.
hoy la lluvia dibujando laberintos

3.05.2010

Macho domesticus


dado

luego de acariciar todas las renuncias yo maté
la fe y los fetos de diario dibujando calendarios,
encuaderné todas las mañanas con sol y a un anaquel
le regalé hambrientas cada una de las tibias resolanas
para que abrieran páginas de luz quienes lean esta oscuridad
en que me dejo mientras me doy 
dando la tinta y la tecla del hastío. 



3.03.2010

advierto

advierto el paso de las caricias que devienen huella
en el terreno que no entenderá su caminar
y me abro a ellas.

Ensayo crítico de la exposición Idilios de Julio Amill Martínez


La retórica pictórica en Idilios de Julio Amill Martínez está conformada por capas o fragmentos semánticos que superpuestos delinean un todo armónico y utópico, pero también existe en su propuesta una sutil venganza de lo humano sobre la máquina y de lo sensible y único sobre la producción en masa. 

La máquina ha venido, desde la invención de la cámara fotográfica, a ocupar un espacio relevante en el mundo del arte y de la representación. Por algunos ha sido percibida como una amenaza y por otros como una aliada.  Éste último es el caso de nuestro artista, quien manipula fotografías digitalmente para luego reproducirlas como mandalas de color en un ritual creativo y espiritual, que un tanto imita la tradición serigráfica. Reduce la máquina a su función mecánica y sacraliza la gestión del artista como manipulador del artificio y creador de una pieza única e irrepetible. Julio Amill parece vengar la gesta de Deep Blue sobre el ajedrecista Kasparov y a su vez hacer un revés elíptico hacia Andy Warhol y el arte pop y su distanciamiento de la pieza única.  De hecho, la obra presentada, no escapa de lo pop y de lo kitsch en cuanto rescata imágenes comunes y accesibles a través del Internet y las vuelve piezas de arte. 
 
Si bien el componente erótico es patente en esta obra y es una de las capas más perceptibles, su tratamiento no escapa al referente espiritual que acompaña la representación del cuerpo humano desde sus principios. Desde la Venus de Willendorf hasta las piezas de santería puertorriqueña, la representación de la figura humana tiene siempre un componente mágico.  Esta mágia no es otra que el cuerpo mismo o la relación entre los cuerpos, la búsqueda del balance –que bien se refleja en las posturas y en la composición de las piezas-.  Estos cuerpos, algunos en solitario y otros en pareja, buscan un centro.

En el caso de los individuos ese centro se alcanza en el equilibrio, las figuras parecen fundirse con el vacío o tal vez con el todo que los rodea y que al que el artista nos ha cegado visibilidad y pintado en negro.  Transmutan un sentir más íntimo y cálido desde la selección del color, de la composición y del formato.  Parece dialogar esto con la pintura japonesa, donde la perspectiva no existe, todo cohabita en un mismo plano y aún así hay una percepción del espacio, del orden y del todo.  Los cuerpos de la exposición Idilios, son paisajes vueltos rompecabezas que se funden con lo oscuro y sólo a la distancia y a través de un ejercicio casi meditativo, se vuelven palpables al ojo.

En cambio en las piezas de parejas, con formatos mayores, hay una exaltación del color, una falta de espacio o un exceso de erotismo que entonces catapulta la imagen sobre sus límites visibles y permea el espacio que la rodea haciéndolo partícipe de la obra. Un tanto recuerdan a los grandes expresionistas de la época de la posguerra quienes también estaban influenciados por las culturas asiáticas y la mirada al yo en el contexto colectivo. El carácter andrógino de las figuras, igualmente permite al espectador una identificación o una innecesaria identificación de los sujetos para motivar el verdadero mensaje, el cuerpo –y el erotismo-  son un medio para y del espíritu.

El medio del que el artista se vale, pintura para casas, y su paleta de colores, dictada por catálogos con combinaciones pre-escogidas, hablan tanto del cuerpo como recinto sagrado, como del azar en la creación artística.  Esa medio con el que se crea la imagen de lo íntimo, es con el que se recubren las paredes de lo externo.  Esa capa de piel –y/o de pintura- es el límite entre el espacio privado y el espacio público. He aquí la gran pregunta en la obra de Julio Amill Martínez, dónde comienza el yo y dónde se funde con lo otro.

Estas piezas parecen no tener un artista, parecen haber sido creadas digitalmente, por la precisión de la técnica, la falta de un trazado perceptible, la nitidez de la imagen. En cambio, pese a esa precisión, son piezas que divagan entre lo abstracto y lo figurativo, exigiendo al ojo cierta distancia, distancia que exige la pieza, como si resguardara el espacio de lo íntimo. No pierde por ello la obra valor como la una o la otra, como abstracción o figuración, al contrario, potencia ambas experiencias dado que puede disfrutarse su apreciación a varias distancias, distancias que también son capas de espacio.  La distancia modela nuestra percepción, parece ser el supuesto en el que se ancla este juego de miradas.

Todas las capas, muchas veces dicotómicas o antitéticas que presenta el artista, hacen de esta obra plástica una rica en interpretaciones y experiencias, la primera siempre dada por la segunda. De Certau proponía que todo era posible leerlo como se lee un texto, en cuyo caso, las piezas de Julio Amill Martínez son poemas dentro de la mejor tradición mística, reinterpretadas en un lenguaje kitsch que incorpora las corrientes orientales procesándolas a través de la tecnología, que todo lo unifica, en capas múltiples de tiempo y espacio.


Presentación de Bestiario en nomenclatura binomial de David Caleb Acevedo

Toda bestia, en el catálogo de los bestiarios fantásticos, es la convergencia de varias otras bestias reales conformando una bestia imaginaria. Armados como máquinas almadas, manía humana de jugar a la creación que en nuestros días se traduce en el diseño de robots, cyborgs o avatares y que dominan los mundos virtuales, son figuras en su mayoría grotescas que en su momento histórico tuvieron el propósito de ser una extensión de la palabra de un dios o una diosa, en cuanto eran moralizantes o alegóricas, representando, como toda estructura de valores religiosos, los temores del ser humano.

Acercarse a un bestiario fantástico, como el que nos trae David Caleb Acevedo, es acercarse a un mundo mítico – siempre formado desde una realidad conocida- no sin cierto tono de urgencia por lo que amenaza con extinguirse, y con un afán arqueológico que invita a descubrir posibilidades alternas, realidades paralelas y temores ancestralmente humanos. Como por ejemplo el asunto de la progenie y de la extinción de la raza que se evidencia desde un hermoso primer poema Origen que dice:

“si somos los únicos que quedamos
de nuestras respectivas especies
te pregunto qué haremos
quieres salir a pasear
conocernos mejor
tener un hijo, o dos
llenar la Tierra
y tal vez algún día
recuperar nuestras cepas
los genes de nuestra sangre combinada…”

Este bestiario, no se limita a ser sólo bestiario, sino que también es una bitácora, puesto que, si bien recoge hallazgos también documenta un tránsito en un tiempo no lineal, detalle que advierten y acotan tanto Rubén Ríos Ávila en su prólogo como Moisés Agosto Rosario en la nota al dorso. Podemos entonces mencionar que en este poemario de David Caleb existe un no-tránsito en el sentido lineal que conocemos, pero existe un viaje que propone y reconoce al tiempo como la gran bestia que ha consumido esas otras bestias que se redescubren en el viaje imaginario en una maquina de tiempo que sirve de recurso en el inicio de este libro.

Si bien en la antigüedad, en el medioevo mayormente, (aunque nos llega al día de hoy evidencia de bestiarios griegos como el Physiologus) los bestiarios también corrieron una suerte de bitácoras. En muchos casos documentaban bestias encontradas en viajes a confines no conocidos en aquel momento, con un afán de documentar la creación divina. Tenemos pues, además de un bestiario, una bitácora poética de un viaje fantástico como texto no subyacente, sino como coexistente en el poemario. Es entonces, un libro de crónica escrito en poesía, siendo la crónica un género literario que documenta la memoria, la archiva y la clasifica para salvarla del olvido. Pero esta crónica no documenta un tiempo lineal, como ya manifestaramos, pues en la memoria todo habita en un mismo tiempo, añoranza y recuerdo son tan posibles en la memoria como el instante recién vivido, la memoria siempre es una fantasía, la memoria es una bestia creada por pedazos de realidad que manipulamos y que armamos, en algunos casos para nuestra conveniencia. Por ello, este viaje no es un viaje al pasado ordenado cronológicamente, es un viaje a la memoria. La memoria no conoce el pasado. Al decir pasado evocamos algo que ya no existe, en la memoria todo puede existir, todo existe en un mismo tiempo, o en tiempos plurales y desde ahí : todo es rescatable.

Bestiario en nomenclatura binomial, no documenta bestias animales, documenta un rescate. Documenta la palabra como bestia, el poema como bestia a punto de extinguirse y al poeta como su salvador. David Caleb propone en este viaje la salvación a través de la palabra, incluso para la palabra misma.

En sus poemas y en las bitácoras de estos poemas, el autor trae palabras de otros idiomas e incluso crea palabras, para nombrar este mundo quimérico que ha creado. Estas palabras ajenas al español que inserta Acevedo, no son ajenas al autor, para quien no hay una inconformidad con el lenguaje, al contrario, hay una comodidad con él o con los lenguajes, que le permite armar desde el conocimiento, o desde la invención, y manejar estas palabras de manera tal que en su contexto cobran sentido, como las alas en la esfinge. En ese contexto este poemario esta formado por palabras tanto reales como imaginarias, por palabras propias de varios lenguajes, palabras en desuso. Por ello en el empleo propio de la palabra hay un viaje en el tiempo que se expone de manera no lineal sino coexistente. He aquí uno de los grandes valores de este libro, una propuesta filosófica del tiempo, de la salvación, un alejamiento de lo individual y un reconocimiento de lo colectivo vuelto poesía sin pretensiones.

En este poemario los poemas en vez de animales, son pequeñas deidades que han sido olvidadas, secuestradas o acalladas por otras deidades un tanto mas comunes, a las que prefiero llamar deidades pop.

¨érase una vez un poema que trataba de decir algo
pero su voz era acallada
por críticos literarios y otros jurados
érase una vez un trono de luz
que se rompió cuando la reina negra fue capturada
y encerrada en un largo y tendido sueno.¨ (Prístino)

Entonces tenemos en la voz poética, un poeta que se ofrece así como salvador en sacrificio por la deidad, por lo mítico, lo fantástico y por la palabra misma, como fin y como medio. Es en ese ejercicio de salvación que el poeta, salva y se salva.

Regularmente las bestias son figuras atroces, en el caso de este bestiario, las bestias son figuras tiernas que insinúan un ardid del poeta para reconciliarse con los monstruos que habitan su memoria. Por ejemplo en el poema Sempiterno se puede leer una reconciliación hacia la figura materna. No debe ser casualidad que sea el poema que encuentra bajo su cama, el poema que coexiste con la voz poética aunque escondido.

“cuando te escuche desde el Alpha
del día 13 de julio de 1980 (fecha de nacimiento del poeta)
cuando abriste tus fauces
y me dejaste salir”(Sempiterno)

Instantes anteriores del mismo poema, dan cuenta de esta relación antagónica entre madre e hijo, entre lo que puede leerse como la presencia de un sistema religioso/simbólico autorizado vs un mundo mítico y caótico-que es el poeta-. Cuando la voz poética habla a quien leemos como la madre, se autonombra:

¨un espejo
un reflejo de tu propio desdén
mientras caminas sobre el agua
diciendole al viento cosas dulces al oído
para que cese su tormenta.¨

Me pregunto cual será la tormenta que hay que acallar?

Igual sucede con el poema que prosigue donde hay un diálogo con la figura paterna:

(Leer supernal)

Hay otras muchas lecturas posibles para Bestiario en nomenclatura binomial de David Caleb Acevedo. Podemos leer un fuerte discurso de la poesía como ciencia, podemos leer la obsesión científica de nombrar para categorizar, en este caso la palabra y con ella el conocimiento del muerdo a través de la palabra. Es posible leer un diálogo intenso con Darwin y el Origen de las especies, no debe ser casualidad que este libro sea salga a la luz a 150 años de la publicación de ese primer libro y a 200 años del nacimiento de su autor. Podemos también hacer una lectura budista en cuanto existe una desaparición del “yo” que se urga desde los primeros poemas hasta el encuentro del “nostros” en el poema final, donde el libro se abre al lector para que sea este quien complete los versos en blanco. Eso lo podemos ver en el poema Crux, tal vez el poema más emblemático en la propuesta poético-filosófica del libro cuando dice:

vine a mostrarte la puerta
a un universo
que es inicio en mí
pero que solo puedes completar tú
escribiendo ahora: _________

Es entonces este poemario una búsqueda de esa sabiduría colectiva, sobre una sabiduría individual. En el mismo ejercicio, cosa que me honra, esta el permitir ilustrar sus bestias y plurificar con imágenes visuales las imágenes ya creadas. Podemos hacer también una lectura cabalística en cuanto existe la idea en el texto de que la palabra es origen, fin y finalidad de todo lo que existe, y que todo viene de una motivación de dar que imita al creador o a la creadora.

Esta poesía tiene un tono reverente, muy raro en David Caleb, pero es a su vez irreverente en cuanto no da fe de reverencias a religiones normativas, sino a mundos míticos que desmonopolizan la fe como la conocemos hoy día y que han demostrado su fallo como verdad absoluta para poco a poco convertirse en el culto de unos pocos. No se engañen pues en el tono reverente de este poemario, es un poemario anti-normatividades (religiosas, políticas, poéticas y existenciales). Aquí hay una apuesta a la pluralidad y a la diversidad. Eso hace de este texto un texto político a favor de la inclusión y del respeto y valoración de las diversidades. Este poemario es un mantra continuo en el viaje de búsqueda de la sabiduría colectiva, que no se haya en una sola verdad.

Podemos seguir haciendo lecturas de este poemario/ bitácora/
crónica, pero mis lecturas simplemente limitan las infinitas lecturas que puede y tiene la capacidad de sugerir este ingenioso texto.

Solo me resta decirle a David Caleb Acevedo, como amigo, como compañero escritor y como hermano, unos versos que el mismo escribiera en el poema Pírrico y que me atrevo a parafrasear, dónde lo leo y lo ilustro como su propia bestia:

¨tú también has vencido al mundo
aunque ha sido una victoria pírrica
si más que ganarle a Dios
te has ganado a ti mismo. ¨