11.08.2011

Vamonos todos al escarabajo


Por Rafah Acevedo

Hube de huir de varios lugares, no por comunes menos amados, al leer el título de este poemario. El tiempo de los escarabajos. Y pasaron por mi mente en un segundo mis referencias más cultas y no por ello menos queridas que las vulgares: Egipto, Tutankamon, los desiertos de Libia, el tiempo, la eternidad, Cristo, llamado “el buen escarabajo” en algún texto medieval.

Escarabajo por “resurrector”, palabra que creo no existe en español pero me parece necesaria.
Habría que destacar que el escarabajo también forma parte importante de la cultura del siglo pasado. En ese sentido, Angel Antonio Ruiz Laboy, autor del poemario que nos ocupa, no tiene que viajar tanto en el pasado. Vladimir Nabokov escribe un ensayo en el que prueba que Gregor Samsa se convirtió en un escarabajo no en una plana cucaracha(http://www.youtube.com/watch?v=1jX7_pZ-AzU).  De manera más utilitaria, vimos recorrer las calles al  Volkswagen, Bettle, el escarabajo automóvil lo suficientemente barato para hacerlo asequible a las masas en alguna pesadilla populista.

Huyo de mi propensión al desvarío porque basta con leer dos, tres poemas de este libro, El tiempo de los escarabajos, para darse cuenta de que se trata de un hermoso y constante viaje circular a través del eros y el ágape. Este es un libro sobre el amor porque está untado de una reflexión en torno a la muerte y el silencio.

“busco descubrir el instante más callado del silencio” p. 14.

“Sabernos (n)(h)ombre en cambio
es nombrar lo ajeno y la frontera
es convidar la ausencia y la miseria
a galopar su viaje interminable de silencio” p.17


De manera paradójica esos dos núcleos significativos de la poesía de Angel Antonio son direcciones hacia un sentido de eternidad que a mí me parece cercano a Spinoza porque a mí me gusta mucho Spinoza. Y el filósofo neerlandés propone una suerte de “sentimiento de la eternidad” vinculada a la necesidad. Las cosas son eternas en virtud a una necesidad interna que basta para hacerlas existir.

Por eso digo que hay una experiencia de la entrega y del regalo, del don, que convierte este en un estimulante libro amoroso. Pero el amor, todos lo saben, es complicado. Todo modo de historiar un encuentro, en este caso a través de la poesía, se realiza sobre la base de un desencuentro, del rompimiento, del movimiento, de la angustia. Por esto, en cada enlace, se vuelve a poner en juego la interrogación por lo que fundamentalmente el sujeto es. Sabemos que: ”La relación del ser con el ser no es la relación de armonía . . . Esto es perderse en la aprehensión de un espejismo. El amor es quien aborda en el encuentro al ser como tal.” (Lacan, pág. 176)

Todo acercamiento al otro se inicia y se mantiene a modo de interrogación.  Dime ¿quién soy? antes que dime quién eres. Lacan nos dice: “Abordar al ser, ¿no estriba en esto lo extremo del amor, el más grande amor?. Y el más grande amor . . . (nos sigue diciendo Lacan) el más grande amor acaba en odio.”     

El viraje del amor en odio, mantiene la misma función en relación con lo imposible. Y el otro puede ser un traidor.

“tu beso
tu beso es
mi verbo y mi muerte
tu beso es Judas
tu beso.”
p. 41


La relación, el encuentro, es el eje del que hay que alejarse, el propósito del vértigo o su causa como en el hermoso poema Pasaporte a la ceniza, voy camino a ser un emigrante de la sal de los rosarios.

(...) deambular por la torpeza del deseo que te memoria. pp. 58-59.

Este es el libro de todos los amores imposibles. Acaso todos son posibles porque el amor, para existir, no necesita de la presencia del otro. Es probable que lo imposible lo alimente. Así, el amor de Dante por Beatriz era muy real y concreto.  El deseo se instala en los versos. Ahí encuentra su trama.  
   
Me gustaría lanzar mi biblioteca personal sobre ustedes. Me libraría de los ácaros y tendría más espacio. Dice Heidegger que el hombre no se define ni por su cuerpo ni por su logos, sino que cobra la forma de un cuestionamiento: la posibilidad de la pregunta por el ser.  Preguntar, comienza en la primera página de Ser y Tiempo (“...empezar, ante todo, por volver a despertar la comprensión para el sentido de la pregunta por el ser”). Ese desarraigo,  un-heimlich, “extranjero de su propia esencia”, carne de duda, es la voz del poeta. Claro, que esto lo dijo el filósofo protonazi en alemán y Deutsch ist perfekt, um mein Pferd zu sprechen. Algo así dijo Carlos V, o Carlos I, con lo cual, todos podríamos estar traduciendo mal.

Y así, precisamente, termina el libro de Angel Antonio, con una suerte de búsqueda de restos materiales distribuidos en el espacio y contenidos en el tiempo. No es otra cosa que el sentimiento de lo eterno, de lo inmensamente repetido porque es cercano al goce supremo, los materiales de la pregunta sobre cómo se escribe el deseo.

doy con la espalda del tiempo y del recuerdo
con los élitros cerrados a la historia de los cuerpos
con la resurrección de todas las preguntas.
(Arqueología, p.66)

 

Esta reseña resume de manera peregrina un ensayo que se leyó durante la presentación del libro en la Librería Mágica el pasado 28 de octubre.  Fue publicada el lunes 7 de noviembre de 2011 en el suplemento "En Rojo" del semanario Claridad bajo el siguiente enlace: http://www.claridadpuertorico.com/content.html?news=7EC76BC9B97967F0645F3DC45E9923B2

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