“I accept and I
collect upon my body
the memories of your devotion”
-Antony Hegarty
Si nombrarse es siempre señalar
nuestra singularidad entre lo plural, si es escoger del mundo esa palabra que
será un embudo de significantes para apuntar, como una lanza, a esa única y
particular existencia del yo. Si nombrarse
es hacer un asomo a lo precario de la existencia, si es llamar la soledad
mientras se levanta una muralla de letras que delimitan el “yo” dentro del “todo”,
si es el intento por dar una dirección a nuestra huella… Si sabemos que nada es enteramente
propio, ni el nombre, entonces ¿qué significa tener un “nick” en una urgencia
de la carne, en un afán de comienzo? Entonces ¿qué importa ser Armstrong el que
dicen que llegó a la Luna o el maestro de la trompeta? Total, la verdad tiende siempre de un
clavo en la pared. Tal vez estamos
ante un intento de volverse carne de arpón, un afán desenfrenado por entender
el mundo de significados y significantes,
en su concepto amplio y no limitado a la palabra.
La propuesta poética de Gastón
Malgieri en Posibilidad de chaparrones
puede parecer literalmente una invitación a ejercer un rechazo sobre la palabra,
es un aguacero que cuestiona el lenguaje como significante del orden simbólico
de una sociedad hipócrita y enferma, pero señaladora y prohibitiva ante las
diversidades sexuales. No es
entonces de extrañar que la voz poética apueste a la onomatopeya como expresión
pura del deseo. Reconoce esto a
los significantes como instrumentos del opresor o como incapaces de nombrar
realidades no heteronormativas, lo que nos sitúa indiscutiblemente frente a una
poesía qüiar post colonial.
“Permitámonos la onomatopeya
como único lenguaje
como único axioma de la carne”
como único lenguaje
como único axioma de la carne”
¿Frente a qué estamos entonces? Claramente ante una poética del
deseo, ante una poesía gutural que surge de la carne y por la carne, planteada
como la más elemental y primitiva necesidad del ser humano. Ejercicio que plantea el deseo como
realidad inmanente al individuo y que cuestiona la construcción cultural, que
ejercida sobre este instinto, lo regula y lo condena. En cambio el poeta no puede prescindir de la
palabra, por ello Malgieri se da a la tarea de domar la palabra y con ella comunicar
la urgencia de un reclamo de libre expresión de su deseo, por ende una poesía
urgente, dado que el deseo no entiende ni entenderá de esperas.
La enunciación siempre tiene un
doble filo, recordemos a Maurice Blanchot en El paso no más allá cuando
dice: “el habla en su perpetuo
desvanecimiento, acarrea la muerte, el vacío, la ausencia, con ella siempre
resucita lo que ella nunca anula o suprime, incluso en aquel limite en el que
ella misma se ausenta, ya sea por que no consigue agotar la presencia, ya sea
porque, al agotarla, tiene entonces, bajo la negación, que afirmarse aún como
presencia de habla que agota, pues, en vano la presencia.” Por lo tanto tenemos en la poesía de
Malgieri, un dominio tan amplio del silencio como de la palabra en el empleo
diestro de la una o de la otra. Un
poeta que en la urgencia de comunicar su deseo sabe escoger lo que dice y lo
que calla. No estamos frente a la
típica ambibalencia o plurisignificación poética a la que venimos acostumbrándonos
de hace un tiempo acá. Malgieri
conoce la palabra exacta y es imperioso expresarlo. Dice en el poema Las
pieles:
“esta avara necesidad de
estrujar
el recuento de gritos de mis alucinaciones
estoy diciendo
que lo que siento es esto
así de obvio”
el recuento de gritos de mis alucinaciones
estoy diciendo
que lo que siento es esto
así de obvio”
La
algarabía atragantada, Las pieles y Miopía son poemas que establecen la poiesis de Malgieri. Miopía cumple con validar la capacidad
de lectura sobre el acontecimiento o con hacer una invitación al desprejuicio. El poema nos recuerda el filme de Buñuel
Un chienn adalou al abrir la mirada bifurcándola,
al herir al ojo con el que leemos el orden que hemos creado y replantear nuevas
posibilidades de lectura, convidarnos a mirar de cerca. Esa visión enferma, miope, es
metaforizada como una pared en el poema,
obstáculo inamovible que delimita pero que está empapelado y que el
poeta se encarga de desgarrarle esas pieles superpuestas ya descascaradas y
dirigir hacia ella la mirada, alejando el foco de atención del sujeto animado para
dirigirlo a lo estático (y en cierta forma dotarlo de alma). Es la pared
entonces símbolo de la heteronormatividad y el autor la coloca como un escoyo,
es en lo inamovible de la sociedad que está el problema, no en el individuo
cambiante. La apuesta está echada
a lo individual que se sabe parte de un colectivo. Malgieri nos remite a pensar en la pregunta: ¿cuál es la
enfermedad la homosexualidad o la homofobia? Al alejarse de ese discurso
mayoritario podríamos ampararnos en las propuestas de Nelly Richard sobre una
feminización de la escritura –asunto que va más allá del género o la
construcción de género del sujeto biográfico que produce el texto-. Los textos
de Malgieri son indiscutiblemente textos políticos que abogan por el
reconocimiento de las diversidades, por la pluralización de los discursos y la
inclusión en las letras argentinas de voces no tradicionales. Logra esto
haciendo una exaltación de su qüiaridad: asume una estética kitsch y un
discurso abiertamente homosexual, pero en la utilización de un vocabulario
cotidiano, de incursiones del lunfardo, de temas del diario, nos dice de manera
contundente que es tan ciudadano, tan argentino, tan universal como cualquier
otro.
Los poemas previamente mencionados conforman
una trilogía de la relación entre la voz poética y el deseo. Sedimentan el terreno para ubicarnos y
desde ahí contestarnos desde dónde en el lenguaje expresamos el deseo, qué deseamos
y cómo miramos lo miramos.
En la poesía en honor a Néstor Perlongher,
un precedente importante en la tradición de la poesía neobarrosa argentina, de
la que el autor es heredero y de la que viene a formar parte como una voz remanente
y nueva, contundente; más que un duelo, Malgieri hace un eco, una impresión,
una huella poética de gran destreza.
La trinchera por los derechos de la diversidad sexual en la literatura
argentina, no quedó vacía. Es
increíble el ejercicio de mímesis que Malgieri logra entre su voz poética y la
de Perlongher, quien también produjo una poesía urgente que reclamaba justicia
social y que denunciaba los atropellos perpetrados a finales del pasado siglo,
en una Argentina post dictatorial. Malgieri mantiene una voz narrativa
constante como voz poética, claro legado del neobarroso que sirve para mantener
al lector conciente de un estado de ficción poética a nivel formal y que
también redunda en las imágenes irreales constantemente erigidas por el autor
en sus textos junto al discurso interrumpido y fragmentado.
El acento de lo “kitsch” – un forma
vulgar del barroco – se resemantiza en Malgieri para lograr una conciencia
estética que lo distingue, acaso un “kitsch” más globalizado y de referencias
más tecnológicas que el de sus predecesores. La inclusión de un poema dedicado a Moss viene a rematar este
discurso, en cuanto presenta una escena patética, un decaimiento de ese mundo
intersticio en que la masa y lo académico convergen en el anonimato de una
calle y en el recinto del deseo, sin duda uno de los más tristes pero realistas
poemas del libro. En ese sentido,
el poema Cierta propensión al desacato
es uno de los que más cumple con esa estética y que aparenta estar dedicado a
la falsa moral que nos viene acompañando desde las lecturas psicoanalíticas de
Freud.
“Ay como quisiera arrancarle
el tapizado
al diván psicoanalítico que encorseta la avidez
o desparramarle semen a la histeria
o al complejo de Edipo
fumarnos al binomio Freud / Lacan
y exhalar de una sola bocanada
el fracaso de la libido
que encierra nuestros cuerpos
en las explicaciones enciclopédicas del tabú.”
al diván psicoanalítico que encorseta la avidez
o desparramarle semen a la histeria
o al complejo de Edipo
fumarnos al binomio Freud / Lacan
y exhalar de una sola bocanada
el fracaso de la libido
que encierra nuestros cuerpos
en las explicaciones enciclopédicas del tabú.”
Un último, pero no menos
importante, punto que impera en toda la poesía de Malgieri y que el lector no
debe perder de vista al acercarse a este texto es que el carácter mismo de la
intensidad discursiva, de los elementos y recursos narrativos, como la
constante primera persona del singular como voz poética, junto a la
disgregación de imágenes y el acelerado ritmo de sus versos, advierten una
poesía que reclama oralidad.
Estamos ante la huella de un texto escrito para la denuncia y para las
audiencias. Los textos de Malgieri son un libreto poético para el performance. Ésa
y no otra, es la urgencia, una poesía que reclama y pronostica a viva voz el
reconocimiento y el respeto hacia las diversidades.
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