4.20.2009

Un libro hecho de agua


Ensayo de Abniel Marat en su presentación del libro Anzuelos y Carnadas.

En la década del 80, a través de una conversación telefónica, le escuché decir a Jorge Luís Borges la siguiente frase: “A mí me hubiese gustado escribir un libro hecho de agua”.
¿Un libro hecho de agua? La idea del gran escritor argentino me pareció genial.
“El océano fue uno de los dioses más importantes de la época preolímpica. Considerado por Homero como el iniciador de todas las cosas,  sus padres fueron Urano y Gea. El océano era un enorme y profundo río que rodeaba todas las tierras del planeta, que se consideraba plano… Se decía, que de su seno nacían el Sol y la Luna. Se casó con Tetis, diosa de las aguas y tuvo con ella tres mil hijos, que eran todos los ríos del mundo y otras tres mil hijas, las oceánidas, que eran las ninfas de ese gran río y diosas de todas las fuentes. Sus atributos son el cuerno de la abundancia, el cetro y la red.”
Anzuelos y carnadas, de Xavier Valcárcel y Ángel Antonio Ruiz puede ser muchas cosas. Puede ser un laberinto de paredes cubiertas de poemas. Un tarot donde las cartas son 14 fragmentos inconclusos de un poema infinito. Un libro hecho de agua donde las páginas son olas de versos arrastradas en una pleamar plétora de sexo, lujuria, deseo y amor; un cementerio marino, parafraseando a Paul Valéry, donde las lápidas muestran al lector fragmentos de esa memoria colectiva llamada la nostalgia.
“Quiero asomarme al humedal costero de tu ojal
 hilvanar mis letras –cómo cuerpos salvajes en tu jungla
y perderme vagabundo en el camino salado de tu tinta
hasta despertar preso de ese oscuro anzuelo que te habita
preñado por fálicas raíces de manglares
que remiten residuos de tu mar enmohecido.” (Humedal)
El poemario puede ser un pulpo y cada tentáculo es un poema lanzado al azar. Cómo se lanzan las redes y los anzuelos al mar.
“Hiéreme la noche con la ruta de tu erizo/ e hilváname de algas con la fiebre de un poema/ sórbeme la luz y habítame la noche naufragada/ duéleme al extremo de las melancolías/ Ánclame a tu boca y zarpemos la nostalgia/ de las olas y los barcos que han partido.” (Humedal)
En este poema infinito la carne se disfraza de anzuelo y deviene en carnada:
-“La textura de la carne y de las cosas siempre es otra.”
-“La carne vuelve a sus principios de gotera.”
-“La noche hoy quiso de mí carne de polvorón.”
-“Tu carne exilia hasta mi garfio”
-“Exilio de Carne hacia mi anzuelo.”
-“Cómplice de carne embotado en un filo de palabra.”
Los poetas nos hablan de: “La rosa de esta carne/ -que es una lengua sin punta que se enrosca/ o una sanguijuela untada en la sal de tu sudor-”
Son poetas de carne, no de plástico ni de resina postmoderna. Pertenecen a una tradición literaria que, anclándose en lo humano, se eleva hasta alcanzar el absoluto de todas las cosas.
En la tradición de la Poesía en Lengua Española continúan el legado literario de Luís Cernuda, de Vicente Aleixandre, de Pablo Neruda y de páginas memorables en la prosa poética de Miguel Ángel Asturias.
Son poetas de carne. Son poetas humanos.
Píndaro, en su famosa Píticas III dijo: “!Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota toda la extensión de lo posible!”
Los soliloquios interiores de esta conciencia marina que escribe a cuatro manos tratan de considerar el poema como un gran orgasmo erótico hecho de palabras. Pero éste poema es universal. “La posible homosexualidad” ha sido trascendida por la solidaridad hacia todo lo humano. El líbido homoerótico es un río sutil de imágenes que fluyen en el deseo universal de organizar el caos. En ese sentido, se equivocarían los críticos si dicen que Anzuelos y carnadas es un libro de poesía gay. Anzuelos y carnadas es poesía y punto, y la poesía como misterio órfico de la conciencia universal no puede ser etiquetada con rótulos de preferencia sexual o política.
Aquí está la incertidumbre del hombre de todos los tiempos haciendo la eterna pregunta: 
“Quiero que le pregunten el nombre al que me lanza
saber si su interés por mí 
tiene que ver con los cardúmenes de orilla” (Carnada)
Y como un Narciso que descubre su propia divinidad en el espejo del agua, los poetas nos dicen: “Yo juego a ser dios desde tu carne”; o este otro verso magistral: “Me visto de animal.”
Son poetas humanos que nunca pierden el horizonte de la realidad cotidiana. Tampoco permiten que el caos se los trague. Su “conciencia carnal” les indica el camino a seguir en el laberinto de los deseos. Su “intuición humana” es la barca que los lleva al vellocino de oro del placer. Su “visión totalizadora” del cuerpo les permite llegar hasta el fondo de la caja donde habita la esperanza de una sensualidad sin dolor.
Ellos saben que en el azar puede existir un orden establecido por leyes desconocidas a los hombres. El azar no es el caos. El azar es un juego. Como el juego erótico que existe entre los seres humanos antes de la consumación del placer.
Según Antonio Pantojas: “La teoría Queer cuestiona la identidad sexual. Se busca reivindicar la cultura de diferencias donde hay una multiplicidad de identidades. La teoría Queer cuestiona la identidad sexual construccionista, el género, el deseo y el placer.” 
Pero en este poema infinito los poetas no cuestionan la identidad sexual, ni el género, ni la filosofía construccionista de una sociedad decadente y vulgar. No. Aquí los poetas juegan lanzando sus redes al mar. Esperando que un pez-lector muerda el anzuelo en el intento de devorar la carnada. Son poetas que se ríen de la carne y del juego de la carne y también del anzuelo y la carnada. Son poetas viriles. Son hombres. Son pescadores que adoran la belleza de sus cuerpos desnudos reflejados en la faz de las aguas. Y como Jehová de los ejércitos mirándose en la faz de las aguas, exclaman:  “Hagamos al hombre poetico a nuestra imagen y semejanza.” El primer día de la creación. Ars Poetica. 
Anzuelos y carnadas es un poema infinito. Usted puede barajar las catorce cartas y cambiarlas de orden para crear un nuevo poema. Cada vez que barajamos las cartas, las catorce olas marinas crean un nuevo remolino de versos. Es un poema que al deshacerse se re-hace, en un misterio poético donde las leyes del azar ponen sentido y orden al universo.
Todos los orgasmos están hechos de orgasmos. Y el placer se parece tanto al placer….
Los machos marcan el territorio con su olor para jugar al juego del placer.
Nos dicen los poetas: “Lo único que alcanza la mordida es el perfume de saliva/ que ha regresado a juntarse con la sangre.”
Los poetas también nos hablan del “semen del mar” y de “las múltiples verdades mojadas en palabras escritas con sal”. Nos hablan también de un “mejunje de ron y bellaqueras que no entiendo”…
Pero estos poetas entienden más de lo que piensan. La memoria poética es sutil, incisiva, cínica  y maravillosa. Como la vida misma. Son poetas jóvenes llenos de una ancestral sabiduría telúrica. Son dos de los mejores poetas de su generación.
La Dra. Concepción Duarte en el prólogo preciso e iluminador del libro nos dice que: “Ángel Antonio Ruiz y Xavier Valcárcel son dos artífices de la metáfora  y de imágenes innovadoras”.
Son poetas que proclaman: “También hay ciertas noches en que uno es tierra/ sedimento, fin de la cuneta.” Y lo único que buscan es: “hallar esa guarida húmeda y oscura/ rincón perdido de tu hombría/ donde te das salvaje y te anclas en mi anzuelo”
Entienden el misterio poético diciéndonos: “el llanto lo reservo a la nostalgia y yo nostalgio lo que intenso”.
Y lo único que desean es: “que el aire de un adiós que es un vacío / escriba puta en mi jabón/ y en todos mis espejos/ y yo baile más solo el bolero del deseo inacabable/ que nunca he aprendido de memoria”.
En la Literatura Hispanoamericana, el tema del agua alcanza cumbre en el mejor poema del mexicano José Gorostiza: “Muerte sin fin”.
“Lleno de mí, sitiado en mi epidermis 
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso 
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí – ahíto – me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso”.
Jorge Luis Borges no pudo escribir su poema hecho de agua. Se perdió en el laberinto de Buenos Aires buscando un Tigre de Bengala que no pudo ver porque estaba ciego. Cuando Gabriel García Márquez ganó el Premio Nobel de Literatura se burló de Borges diciéndole que esperara cien años de soledad para ganar el premio. Pero Borges sabía que todo en la vida es un sueño soñado por alguien que nos sueña a todos, y que Shakespeare tenía razón: “somos de la materia de la que están hechos los sueños”.
Xavier Valcárcel y Ángel Antonio Ruiz escribieron el libro de agua que Borges no pudo escribir. Todavía recuerdo su voz a través del teléfono: “Usted vive en una isla rodeada de mares y misterio. A mí me hubiese gustado escribir un libro hecho de agua”. Un libro hecho de agua. Un libro hecho de carne y de deseos. Anzuelos y carnadas es el libro. Y el golpe de agua del remolino. Y el destino. Y las paredes del laberinto. Y el Tigre de Bengala.
Muchas gracias poetas. Muchas gracias poesía. Muchas gracias.